ARQUEOLOGÍA EXTREMA - MADRID
Los romanos acogían en su cultura las costumbres de los pueblos a los que sometían, en este caso, las armas fueron de lo más útil. Ya desde el siglo VII a. C. tomaron la panoplia hoplita de tipo griego de los etruscos, posteriormente el escudo oval o scutum, y en el siglo III a. C. adoptaron de la Península Ibérica una espada hispana, a parte del puñal celtibérico, que sería tomado algo después y que desde época de Augusto en adelante formaría parte esencial de un legionario romano. Lo que sí está claro, según Quesada Sanz, es que el pilum o jabalina arrojadiza no la copiaron los romanos de los íberos, ya que existían prototipos itálicos en el VI a. C. aunque una espada muy parecida ya era utilizada por los hispanos.
De la península itálica, los ejércitos romanos importarían sólo parte de sus armas, ya que buena parte la adquirieron en la península Ibérica, capturando y a la vez reutilizando las armas de los indígenas como las espadas, pila y soliferrea. Lo cual sería un ejemplo de cómo la guerra se alimenta a sí misma, bellum se ipsum alet (Livio 34, 9, 12). Algo que tenía como objetivo desarmar los potenciales enemigos a la vez que reemplazar las que habían sido dañadas con las capturadas a los enemigos a los que se les vencía. Un ejemplo de ello fue Escipión, el cual se aprovechó de la captura de armas púnicas en la toma de Cartagena. Por otro lado, también poseemos testimonios de que los celtíberos no destruían las armas de los romanos cuando les vencían, incluso en ocasiones llegaron a exigir una entrega de armas a los enemigos; lo cual nos evidencia claramente como los habitantes pre-romanos de la Península Ibérica, ya sean íberos o celtíberos, utilizaban diferentes tipos de armas en este contexto.
Las armas que Quesada nos presenta como una copia que Roma hizo de los hispanos son el gladius hispaniensis y el puñal celtibérico. El primero, según Tito Livio (31,34), fue un arma que sembró el pánico entre los macedonios en el año 199 a. C. luchando contra las legiones romanas. El pilum, esa arma arrojadiza del legionario que desordenaba las filas enemigas, no era la principal arma ofensiva de los romanos, sino el gladius, una espada de origen hispano que seguía en el combate con la lucha cuerpo a cuerpo. Los investigadores hasta no hace mucho tiempo, como el caso de H. Sandars, opinaban que la terminología de gladius hispaniensis era simplemente una expresión que nada tenía que ver con su origen. Pero también es verdad que hasta no hace mucho las espadas romanas republicanas, anteriores a la etapa de Augusto, no se conocían.
Fueron muchos los autores que partieron de prototipos romanos de época augustea, como el modelo “Mainz”, una espada con punta aguda y filos convergentes, con una hoja corta de entre 40 y 50 cm que aunque tenía la capacidad de cortar, su utilidad era más eficaz cuando se usaba como un elemento punzante. Para estas espadas de tipo “Mainz” se ha pensado que se basaba en las de “frontón”, o incluso es la espadas cortas celtibéricas, que con sus antenas atrofiadas forman parte de la tipología “Arcóbriga” o “Atance”. Pero estando ya en el III a. C. las espadas de frontón prácticamente en desuso, junto a las espadas de antenas atrofiadas, al tener una hoja muy corta, resultaban también bastante dudosas.
Últimamente, desde no hace muchos años, por todo el Mediterráneo se han identificado espadas romanas pertenecientes a los siglos II-I a. C., las cuales son muy diferentes a las espadas tipo Mainz, con filos paralelos, con hojas más largas y con una longitud de 60 o 17 cm por 4 cm de ancho, terminadas en una punta larga y aguda; su vaina, con armazón metálico es de cuero, y posee un sistema de suspensión mediante anillas. Lo cual, ha llevado a pensar que el único prototipo hispánico para estas armas son las versiones celtibéricas de las espadas galas de La Tène I. Unas espadas que con su vaina toda de hierro, se sujetaba con una hembrilla metálica a una especie de cinturón y terminaba suspendida a lo largo de la pierna verticalmente. En la Galia, estas espadas fueron evolucionando en los siglos III y II a. C. llegando a tener una hoja mucho más larga. Unas espadas de las que Polibio se burlaba ya que se doblaban con facilidad y se enderezaban presionando con el pie (Polibio 2, 33). Pero en la Península Ibérica, la espada La Tène I encajó perfectamente a pesar de pequeñas variaciones en la hoja. La vaina enteriza celta de chapa de hierro fue sustituida por una tipología más Mediterránea, donde un armazón metálico protegía la vaina que podía ser de cuero o de madera. Documentadas en las Península Ibérica en el siglo III a. C., es un arma que difícilmente se diferencia de las romanas que hemos comentado; por tanto, se trata de una espada que durante la misma época podía ser llevada tanto por un romano como por un celtíbero, siendo las dos al mismo tiempo gladii hispanienses.
Con lo que respecta al puñal celtibérico, estos existieron desde el siglo V, tanto para íberos como para celtíberos. Fue en el siglo IV cuando apareció el puñal de empuñadura “dobleglogular” o “bidiscoidal”, que con un plomo para evitar que la mano resbalase tenía un engrosamiento central para mejorar su agarre. Estos ejemplares pueden aparecer aisladamente en contextos ibéricos, pero son característicos del ámbito meseteño y celtibérico. El puñal romano que llevaban los legionarios durante tres siglos desde época de Augusto, sin ninguna duda, según los especialistas, tiene su origen en este modelo peninsular celtibérico; aunque por otro lado no hay fuentes que lo atestigüen, por ello, se cree que debería denominarse pugio hispaniensis. Durante el cambio de era sobre el 100 a. C. resulta complicado decidir si un puñal fue romano o celtíbero. Posteriormente, las fabricae de las legiones terminan produciendo modelos propios, que con el paso del tiempo tendrían hojas más largas, pasando de 18 cm celtibéricos a 22 cm. Dicha adopción por parte de Roma debió ser un proceso gradual con la captura de botines de guerra como en Numancia o en las guerras de Sertorio. Este puñal, llamó la atención de los romanos desde el principio, tanto por su elaborado trabajo como por su rica construcción, que incluso en ocasionen venían decorados con hilos de plata y oro (QUESADA SANZ, 2010: 91-103).
Pedro Javier Sosa Alonso
Imágenes: Sosa Alonso, P. en Museo Arqueológico Nacional.
Primera imágen: Espadas de tipo La Tène. Originarias de Europa Central con amplia acogida en los pueblos peninsulares. Pertenecientes a la cultura Celtibérica, siglo III a. C. Museo Arqueológico Nacional, Madrid. (Sosa Alonso, P. Mayo de 2014).